La reelección indefinida en El Salvador: un peligroso paso hacia la dictadura y la negación del futuro generacional
- Hoy Te Enteras

- 1 ago
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La reciente aprobación de la reelección presidencial indefinida por parte del Congreso salvadoreño marca un retroceso alarmante para la democracia en el país.
La reforma constitucional que permite la continuidad ilimitada en el poder de Nayib Bukele pone en evidencia un desequilibrio preocupante entre los poderes del Estado, que amenaza con consolidar un régimen autoritario bajo el disfraz de popularidad y éxitos en seguridad. No podemos ignorar que esta medida abre las puertas al resurgimiento de una dictadura moderna y a un peligroso culto a la personalidad en El Salvador.
Históricamente, la indefinición en el ejercicio del poder ha sido el preludio de dictaduras que, disfrazadas en primeros momentos de estabilidad política, terminan erosionando los cimientos de la democracia y el respeto a los derechos humanos. La concentración casi absoluta del control estatal en manos de un solo liderazgo elimina los contrapesos necesarios para un sistema saludable, debilitando la independencia judicial, el Legislativo y los medios de comunicación. La excusa de que “el pueblo decidirá hasta cuándo apoya al presidente” no es más que una justificación populista para perpetuar una hegemonía política que carece de límites legales y éticos.
Además, esta reforma limita terriblemente las oportunidades para las nuevas generaciones y sus aspiraciones de cambio y renovación política. La juventud salvadoreña merece un espacio en el futuro político del país, un escenario donde florezcan nuevas ideas y liderazgos, no un sistema dominado perpetuamente por una sola figura que monopoliza el poder y la narrativa nacional. La reelección indefinida priva a las voces emergentes del privilegio de construir y moldear un futuro distinto, atrapándolos en un presente marcado por la permanencia y el control absoluto.
Es preocupante también el contexto en que se ha aprobado esta reforma: bajo condiciones de represión, judicialización de la oposición y restricción de libertades civiles mediante un régimen de excepción que ha permitido arrestos masivos sin garantías judiciales. El uso de la seguridad y la lucha contra la violencia como justificación para el aumento de poder es una práctica recurrente en regímenes autoritarios que desemboca en violaciones a derechos humanos y en un ambiente político hostil para cualquier disenso.
Por si fuera poco, el sistema político diseñado a partir de estos cambios elimina mecanismos democráticos esenciales, como la segunda vuelta electoral, lo que reduce aún más la pluralidad y competencia política. Este conjunto de reformas no solo consolida la permanencia indefinida de Bukele, sino que paralelamente promueven un modelo electoral e institucional que facilita el establecimiento de un régimen personalista donde la crítica y la oposición ciudadana son neutralizadas.
Ante esta realidad, es crucial que la comunidad nacional e internacional no permanezca indiferente. Defender la democracia en El Salvador implica exigir respeto a la Constitución, el equilibrio de poderes y el derecho a la participación política plena de todas las generaciones. La historia ha demostrado que la concentración ilimitada del poder siempre termina pagando un alto costo para la libertad y calidad de vida de la población. El Salvador debe evitar repetir errores del pasado; la reelección indefinida es un paso sombrío hacia un futuro donde la dictadura y el culto a la personalidad amenazan con silenciar el progreso y la esperanza de muchos.






Al pueblo lo que le interesa es su seguridad y que todo marche bien.