Entre caos y control: la doctrina de la impredecibilidad en la era Trump
- Hoy Te Enteras

- 7 jul
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Por años, la política internacional ha sido un delicado equilibrio entre previsibilidad y negociación. Las potencias fijan reglas, los aliados confían en ellas y los adversarios calculan los riesgos. Donald Trump decidió romper con esa lógica y elevó su carácter impredecible a estrategia, resucitando lo que los politólogos llaman la teoría del loco: convencer al mundo de que es capaz de cualquier cosa para arrancar concesiones.
Aunque esta doctrina ya fue utilizada por Richard Nixon durante la guerra de Vietnam como explica Michael Desch, profesor de Notre Dame, Trump la ha llevado a una escala global y sostenida: cuestionó la OTAN, amenazó con invadir Groenlandia, insultó a Canadá y dejó entrever que abandonaría aliados históricos si no aumentaban su gasto militar.
Es innegable que, en algunos aspectos, su táctica ha dado resultados. Bajo su presión, los países de la OTAN acordaron elevar su presupuesto de defensa, algunos hasta duplicándolo. Líderes europeos se rindieron a su cortejo, enviándole mensajes aduladores con la esperanza de mantenerlo contento y a su lado. Esto revela una verdad incómoda: muchos en el escenario internacional aún reaccionan al poder estadounidense, incluso cuando viene envuelto en formas agresivas y erráticas.
Pero hay un riesgo profundo en esta apuesta. La impredecibilidad, si no es cuidadosamente calibrada, puede ser confundida con inestabilidad genuina. Si los adversarios perciben que no hay cálculo detrás de las amenazas y cambios, sino impulsos personales, es más fácil que se preparen para resistir y que ajusten sus propios comportamientos de largo plazo para neutralizarla. Tal es el caso de Irán, que ahora parece más decidido a obtener armas nucleares, o de Vladimir Putin, que hasta ahora no se ha doblegado a los gestos de Trump.
Además, la impredecibilidad daña la confianza de los aliados. Como advierte la profesora Julie Norman, de University College London, “las personas no querrán entrar en negocios con EE.UU. si no confían en que cumplirá sus compromisos”. La consecuencia es que Europa empieza a pensar seriamente en su autonomía estratégica, un cambio profundo que podría debilitar la influencia americana en el largo plazo.
Más preocupante aún es que la “doctrina de la impredecibilidad” no parece sustentada exclusivamente en un cálculo estratégico, sino también en rasgos






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